No es un escándalo: es indignación. Una mujer de 62 años, maestra jubilada y taxista con dignidad fue secuestrada, exhibida por hombres armados y asesinada. Llamarnos miserables por no aceptar que "murió de un infarto" no cambiará los hechos. No aceptamos esa versión oficial, porque no insulta nuestra inteligencia: insulta la verdad.
Con todo respeto para Roció Nahle, pero parece olvidar que Veracruz no solo es cuatro veces heroico, sino también un estado lleno de dignidad, memoria y pueblo. Un pueblo que, en su mayoría, confió en usted y le dio su voto. Llamarnos "miserables" por exigir justicia no solo es ofensivo: es una muestra del profundo desconecte entre su gobierno y la realidad que vivimos. Mucho pueblo, para tan poco gobierno.
Nos llama miserables simplemente por indignarnos ante la violencia que arrebata vidas y que, lamentablemente, su gobierno justifica y minimiza. Somos miserables por alzar la voz en nombre de los más de 6,983 desaparecidos que hoy permanecen sin respuesta ni justicia en nuestro estado. Pero paradójicamente, somos aún más miserables por haber depositado nuestra confianza en quienes prometieron protección y cambio, y que hoy solo ofrecen indiferencia, negligencia y un silencio cómplice ante el dolor de tantas familias. Somos miserables no por exigir seguridad y verdad, sino por creer en un sistema que no está a la altura de nuestras necesidades y esperanzas.
La evidencia es clara y contundente: el caso de Irma Hernández es prueba irrefutable de que en Veracruz no existe un gobierno presente, sino un narcogobierno que permite la impunidad y la violencia desenfrenada.
Nuestro estado es sinónimo de resistencia, de lucha y de libertad. Y con el puño en alto, los convoco a seguir trabajando, luchando y a hacerlo por amor a Veracruz. Mantengámonos firmes y dignos. Luchemos por salir adelante, con energía, con valentía, pero, sobre todo, con amor a Veracruz.
¡Ánimo! Que la lucha sigue.
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