No es un escándalo: es indignación. Una mujer de 62 años, maestra jubilada y taxista con dignidad fue secuestrada, exhibida por hombres armados y asesinada. Llamarnos miserables por no aceptar que "murió de un infarto" no cambiará los hechos. No aceptamos esa versión oficial, porque no insulta nuestra inteligencia: insulta la verdad.
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