A Carlos Manzo no lo mató el crimen organizado: lo mató la ausencia de Estado.

La muerte de Carlos Manzo no es solo una pérdida humana ni un caso más de un asesinato político. Es un símbolo doloroso del país en el que nos hemos convertido: uno donde luchar por la paz significa firmar tu sentencia, donde alzar la voz incomoda tanto al crimen organizado como al propio gobierno y donde la esperanza se apaga entre la indiferencia de quienes deberían protegerla.

Carlos no cayó por casualidad ni por estar en el lugar equivocado. Cayó porque se negó a aceptar que la violencia es parte de la rutina nacional, porque creyó que un México distinto era posible, y porque tuvo la valentía de enfrentar la podredumbre que muchos prefieren ignorar. Su asesinato es una herida abierta, un recordatorio de que el silencio institucional también mata, y que la omisión puede ser tan letal como una bala.

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¡El periódico Goooya abre dos convocatorias que invitan a reflexionar, compartir y alzar la voz desde la universidad!

En un mundo donde muchas voces son silenciadas o ignoradas, crear, narrar y expresar no es solo un acto artístico: es un gesto político, una forma de resistencia y una afirmación de identidad. Desde las aulas de la UNAM, nace la necesidad de abrir espacios que no solo informen, sino que escuchen, acompañen y transformen.

Por eso, ¡Goooya! lanza estas dos convocatorias que invitan a mirar desde lo profundo: una hacia las realidades de los estudiantes indígenas que día a día desafían el olvido y la exclusión dentro de la universidad; y otra hacia las incertidumbres y paradojas que nos impone la llamada inteligencia artificial, que amenaza con pensar por nosotros mientras nos vuelve más dependientes.

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